A veces echo de menos tener una vida normal. A veces echo de menos tener unos gustos normales o unos amigos normales. En fin, ser normal. Pero, ¿para qué quiero ser normal, si eso es muy aburrido? ¿Para qué quiero cambiar mi vida, si la amo como a nada? ¿Para qué quiero cambiar mi vida, si soy feliz tal que así? Es más, mucha gente envidiaría mi vida. Envidiaría a mis amigos. Envidiaría a mi familia. Pero sobre todo, envidiaría a mi madre. Todo el mundo dirá que su madre es la mejor. Y así es, cada uno tiene su ejemplo a seguir. Pero yo, gracias a mi madre, he seguido hacia adelante destruyendo todos estos obstáculos que desde bien pequeña, me ha puesto la vida, para ponerme a prueba, quien sabe. Gracias a ella soy lo que soy.
La principal razón por la que estoy escribiendo esto es porque, increíble pero cierto, hay gente que no quieren a su madre. Que no aprecian todo lo que ella ha echo por nosotros. Que no aprecia el amor indudable que ellas (normalmente, hay excepciones) nos dan.
Bueno, aquí, os he juntado dos temas totalmente distintos, pero que tenía que poner, porque así se me acaban de ocurrir.
No soy lo que esperas, ni tú lo que espero yo. Soy el punto discordante de tu pensamiento, la partícula defectuosa que rompe la molécula. Convierto tus pesadillas en sueños, o en sueños tus putas penas. Existo para quitarte la serenidad que has conseguido a base de años, porque una vez que empieces a leerme, no podrás dejarlo, o haré que no lo dejes, porque las palabras son droga, sobre todo si las conjugas como debería hacerse siempre.
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