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viernes, 13 de febrero de 2015

True history?

Ay, la mentira, viva la mentira, dulce mentira, mentira que ayuda a conseguirlo todo. Mentira que siempre se descubre pero hasta que lo consigues, vives engañado. Mentira que lo idealiza todo, mentira que en gran estima te tienen. Mentira piadosa, mentira cruel, mentira para creerte algo que no eres, mentira para conseguir aquello que anhelas, mentira para, en definitiva, formar una imagen falsa.

Ay, pero luego vienen las lamentaciones, los reproches, las disculpas probablemente aceptadas. El problema viene cuando, después de un suceso así, pierden la confianza en ti, ya no eres su alma gemela o su ojo derecho. Ya nada volverá a ser como antes, y tu corazón guarda ese rastro ínfimo de rencor que, poco a poco, se acumula, y definirá tu posible futuro. Y reaccionará cuando encuentres aquello que te recuerde a esa persona que en un momento te falló, y poco a poco, te conviertes en alguien que repudias. Y lo intentas cambiar. Y no puedes. Y la frustración de no poder controlar tu propia personalidad. De no poder elegir cuándo estar bien, o cuándo estar mal, si es lo que quieres. 

[...]

Ay, cada mañana al levantar es la misma canción, sí, parecido a si pongo la radio. Qué bonito sería abrir los ojos y pensar, o casi mejor gritar: «Buenos días mundo. Soy feliz.» Qué mágico tiene que ser. Pero qué lástima que no ocurra, que se haga rutina lamentarse de haber abierto los ojos. Que lo primero que tu querido mundo vea sea una lágrima, o dos... o dos mil, casi. Sentir que tus ojos han perdido el brillo de alegría, ese brillo que caracterizaba tu dulce mirada, aquel que enamoraba a todo el que se te acercaba, aquel que hacía que la gente permaneciera a tu lado, aquel que era como una estrella que hacía sentirte querido... aquel que suelen denominar (...) y que perdiste sin reparar en ello... y cuando lo hiciste tarde era. 

Se propone cambiar, cada día se lo promete, pero nunca lo consigue. Allí, sentado en la cama mirando aquella foto, aquella en la que era feliz, y lo desea tan fuerte... que no lo consigue. Hora tras hora, permaneciendo impasible, muchos le echan de menos, muchos desean recuperarle, pero él sigue evadiéndose para perderse, perderse para huir, huir como un cobarde para evadirse... del dolor, aislándose. Las drogas ocuparon su rutina, los gritos que desgarraban su propia alma, también. Insoportable resultó, hasta su cordura empezó a poner en duda, hasta las emociones cree perdidas y su fiel guitarra es la única capaz de causarle tranquilidad y sosiego. 

[...]

Un día tuve la oportunidad de verlo, de experimentarlo, de sentirlo. De verle ahí, durante tanto tiempo desperdiciando su vida. Duele percibir tanto rencor junto, tanta oscuridad encubierta, tanta tristeza acumulada. Por suerte o casi por desgracia, los seres humanos no tenemos el don de ver y sentir, tal cuales son, los sentimientos de nuestros iguales. En ese momento di gracias de no poseer el don. Sus ojos hablaban por sí solos. Y necesité ayudarlo. Pero no. No lo dije. Simplemente le di la espalda, le abandoné, escapé de la energía negativa que desprendía, a diario le esquivaba. Allí donde iba solo encontraba su penetrante mirada sobre mi. Y llegó el día en que no le vi más. Llegó el día en que huyó, en que yo pude evitarle, en el que no volví a ser la misma nunca más.
[...]

Puedo mirar una y otra vez al horizonte, nunca cambia, aparentemente, siempre es lo mismo, siempre la misma hora. Y me siento, observo, suspiro, y me desespero por la hipocresía social.