Y siempre estará demostrado que el gran gigante es el amor.

Aquí vuestra querida autora siempre ha sido, como bien sabéis, partidaria de no tener que depender de nadie; ser libre y consecuente de nuestros propios actos. Para mí el amor nunca fue un problema porque tengo la gran duda sobre si he llegado alguna vez a amar. Y aquí se encuentra el interrogante del asunto: ¿qué es amar?, ¿y qué es el amor?. 

Así de claro se encuentra en mi; me siento orgullosa de la muralla formada alrededor de mi corazón, de mis sentimientos. El gran inconveniente es que estoy tan aislada del exterior, que no permito ni que salga ni que entre ningún tipo de afecto, menos amoroso.

Pero, ¿y si hay un fallo en mi hipótesis?, ¿y si llega alguien tan importante para ti que, irremediablemente, resquebraje la sólida barrera tan bien formada y de tan costoso levantamiento? Y la pregunta estrella, ¿por qué no puedo destruir por voluntad propia este aislante a dejarme querer? Así de simple, sin complicaciones. Solo intensos quebraderos de cabeza, innecesarios. ¡Cuán fácil resulta decirlo, teóricamente, pero a la vez, que difícil es la práctica!

Preguntas así recorren mis pensamientos a diario intentado buscarle un significado porque me resulta irónico que yo, quién tiene una opinión excelente hacia el amor y hacia la amistad, que los busco en cada esquina, tenga este sistema defensivo. Y aquí esta mi gran contradicción: soy partidaria de no ser dependiente de nadie para no lastimarme, pero aún así, busco mi propio dolor, y me falta de amor. La conclusión dejo que la saquéis vosotros mismos, por muchas vueltas que le deis, tengo razón.