Cada día que pasa, una felicidad inmensa me recorre poco a poco la sangre de mi cuerpo. Que seas el primer y el último pensamiento en mi día a día, es simplemente perfecto y extraño a la vez. Nunca me había sentido tan viva, después de todo, espero merecerlo. Quizás sea así de tanto amor dado por el poco que he recibido yo a lo largo de los años. Siento como si estuvieras a unos pocos metros, y como si pudiera verte o saborearte cada centímetro de tu cuerpo con la mirada. Guau, creo que deliro, lo que hace la puta distancia, esa que me priva de hacer absolutamente todo contigo. No sé que es lo que me lleva a estar así, no lo sé, pero estoy asombrada con lo que le puede cambiar la vida a una persona, porque hostias, a mi me ha cambiado, radicalmente. Esto me demuestra que nunca, pese a que he estado a punto de perderla, deja la esperanza a un lado y olvidarme de ella. Joder, que le amo, como nunca pensé que volvería a hacer.
Para mi el amor es como ese montón de flores que renacen después de un duro invierno. Es una bonita metáfora para compararle. Joder, hasta hace unos días yo mismo a todo esto lo llamaba cursi, hostias, que lo es de verdad. Pero sin duda, el amor, y el tener que darlo todo por una persona, hace que saques los más bonito de tu corazón y la mejor parte de uno mismo. Cada bonito momento del día en el que me siento feliz. Joder, me siento en un sueño. Uno del que pronto voy a despertar y me daré una hostia terrible contra el suelo. Y tengo miedo. ¡Oh, gran sentimiento! No hagas que sufra más. Quiero seguir así, en mi estado de hibernación, donde, con un simple preciosa, me saque la mayor sonrisa que él pueda imaginar. Ese puto veintinueve, que me cambio la vida, con un giro de 180º.
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