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sábado, 2 de agosto de 2014

Las cosas no son para siempre.

Bueno queridos seguidores, lo primero que tengo que decir sobre esta historia es que está escrita por mi primo, Javier Fernández, en twitter @javierinfm. Por cambiar un poco de estilo, espero que os guste. 
El pececillo se siente solo en el mar. A merced de los tiburones, u otros pescaditos mejores que él, más bonitos, con más colores…
Se siente feo, pequeño, débil, el mar es demasiado grande, los demás peces se burlan de él y se lamenta de su propia existencia. Sólo quiere desaparecer, sencillamente no existir, no tener que volver a ver a ningún otro ser vivo que le recuerde que él está solo y nadie le quiere. Se esconde en su cueva, quiere dejar de sentir, pero el dolor sigue ahí, y una vez que entras en una cueva así, es difícil salir.
Pero algo ocurre, alguien aparece en la vida del pececito, en un mundo de ciegos alguien ve lo especial que es nuestro amigo, y el pececillo es amado, y ya no es pez, si no perrito fiel a su nuevo amigo, poco a poco gana confianza en sí mismo, y fe ciega en su salvador. Lo ama. Se aman. Y algunas noches, es gata, y ronronea con su amante, se sacan las uñas y juegan a quererse y cuando eso pasa, el resto de las cosas dan igual. Por primera vez en su vida es feliz, y entiende que nació para amar y ser amada.
 Cómo todo en esta vida, las cosas, (buenas o malas) nunca son para siempre, y el amante muere, o sencillamente ya no es el que era. La gatita ya no tiene a quien sacarle las uñas y se vuelve a sentir sola, la vida no es justa, no comprende quien es. ¿Si nadie la quiere, volverá a ser un pececillo asustado? La respuesta al problema es sencilla, alguien que a nacido para amar lo tiene fácil, puede amarse a sí mismo. La gatita lo entiende y ahora es pájaro, y vuela, y vuela libre y seguro, ya no necesita a nadie, y en realidad, nunca lo ha necesitado.
 Si eres un pececito recuerda que también tienes alas, solo necesitas quererte y entender lo especial que eres para echar a volar. 

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