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jueves, 7 de agosto de 2014

Hugs.

Diecisiete años. Diecisiete años que me han servido para aprender que si quieres sobrevivir a esta constante lucha llamada vida hay que echarle “huevos”. Hay que ser decidido, hay que ir a por todas. Para encontrar la felicidad hay que aprender a vivir ligeros, las mínimas preocupaciones, las máximas ilusiones… Ilusión por seguir, por superarte, por querer más, por amar… Día tras día disfrutando de los pequeños placeres de la vida, con una sonrisa en la cara y apartando las lágrimas. La vida es dura, sí, pero también nosotros elegimos cual es nuestro camino. Cuánto queremos sufrir o cuánto queremos aprovechar cada amanecer de un nuevo día. El que busca, encuentra. El que da, recibe. El mejor arte para proseguir nuestra guerra personal es la improvisación. Es la manera que más se disfruta y en la que más se valora.


He aprendido que los valores son muy importantes. Ser agradecido, ser sincero o buena persona te puede llevar lejos siempre que sepas cómo usar esos dones. De nada sirve enfadarse con uno mismo por los errores, solo hay que aprender de ellos, no repetirlos, ser un poco más inteligente. Pero sobre todo, lo que más valoro yo y siendo consciente que esto lo estoy escribiendo en uno de mis ataques de nostalgia, optimismo y en una buena época de mi adolescencia, es el amor. Oh, sí, otro texto de amor. Me da igual.
 Un abrazo que te haga sentir chiquitita, que te haga sentir segura, que te demuestre que no estás sola… ¿cuántas veces he soñado por uno así? ¿Un puto abrazo que te haga sentir todas las sensaciones maravillosas que pueden existir? Sí, uno de esos abrazos en los que no hacen falta palabras para demostrarlo todo. Supongo que soy una ñoña… pero yo siempre he soñado con un beso bajo la lluvia, una rosa por San Valentín… una sonrisa cada mañana…una carta para el recuerdo...

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