¿Sabéis esa sensación que delata felicidad cuando sientes que has cumplido con tu persona? ¿Esa sensación de satisfacción por saber que puedes llegar lejos, que vales mucho más de lo que piensas, que está en ti todo lo que se necesita para triunfar? ¿Ese regocijo al sentir que puedes con todo lo que te propongas?
Pues bien, después de tanto dolor como he tenido que experimentar, después de todas las lágrimas que tuve que derramar, después de todas las veces que sola me tuve que levantar, por fin he encontrado un equilibrio emocional conmigo misma. Probablemente dure muy poco, supongo que hasta que me lleve alguna decepción, que además suelen ser frecuentes y venir sin previo aviso, pero me propuse a principio de año elaborar una filosofía, unos pasos a seguir ante cualquier situación, una pauta para poder llegar a la mítica felicidad, y es que la mejor forma de vivir es disfrutar de cada segundo que el tiempo te otorga, es darle a cada instante el valor que se merece, aprovecharlo como si fuera el último porque cuando nos queramos dar cuenta, la vida habrá pasado.
Me siento bien, me siento segura, me siento orgullosa de haber llegado a este punto. Me siento en el punto culminante, en el "spleen" de Baudelaire, en el simbolismo puro y duro. Dicen que cuando rozas este sentimiento te quedas impregnada de su esencia. Defiendo tal idea. Una vez que he visto a cuánto puedo llegar, quiero más. Quiero superarme, quiero dejar atrás el pesimismo que me tenía presa, el dolor que reprimía mis sentidos, el miedo que coaccionaba mis acciones, la inseguridad que no me dejaba ni vivir. Quiero ir por ahí, a mi libre albedrío, independiente de cualquier cosa y persona, sonriendo como nunca fui capaz de hacerlo, mostrar mi preciosa sonrisa, para algo bonito que tengo. He llegado aquí, muy alto, y aunque dure poco, me da igual, merece la pena luchar por ello, por verme correctamente servida de autoestima, por colocarla a la altura de los ojos, de donde nunca debió moverse.
Sinceramente, nunca pensé que podría conseguirlo. Evidentemente, la inseguridad siempre ha hecho mella en mi, nunca me ha dejado actuar como me gustaría, digamos que siempre, aunque sea mínimamente, los comentarios de la gente me han hecho daño, me han influenciado, ya sea para bien o para mal. A partir de ahora me prometo a mi misma que rechazaré cualquier tipo de opinión que no sea la mía. Haré lo que quiera, cuando quiera y donde quiera, siempre y cuando no invada la libertad de otra persona.