*Pío-pío*
Abro lentamente los ojos. Lo primero que distingo es el piar de miles de pájaros, al parecer. Lo segundo que noto es que no estoy donde debería estar. Me encuentro sentada encima de un campo de flores, todas muy coloridas. Amarillas, naranjas. No hay un color fijo. Escucho atentamente y puedo oír el sonido de un arroyo que cae por unas rocas. Una cascada, creo.
Entorno los ojos y me fijo en una abejas que se acaba de poner en una flor que tengo en frente. Nunca me había fijado en lo bellas que son. Aunque me den pavor, son preciosas. Y su zumbido es tranquilizador, al igual que el viento que zarandea mi pelo.
Me incorporo. Todo es maravilloso. El cielo está lleno de pájaros jugando. Son feliz, y su felicidad se me contagia. Es todo muy... psicodélico. Muy... fantasioso. El paisaje me recuerda a mi película favorita, "Alicia en el País de las Maravillas".
Oye, ¿qué pasa? Todo cambia, está cambiando. Se vuelve oscuro. El suelo se traga el cielo. Los pájaros huyen. Yo también. Esta realidad me apasionaba. Siento miedo. Empiezo a dudar...
Y me despierto.
No soy lo que esperas, ni tú lo que espero yo. Soy el punto discordante de tu pensamiento, la partícula defectuosa que rompe la molécula. Convierto tus pesadillas en sueños, o en sueños tus putas penas. Existo para quitarte la serenidad que has conseguido a base de años, porque una vez que empieces a leerme, no podrás dejarlo, o haré que no lo dejes, porque las palabras son droga, sobre todo si las conjugas como debería hacerse siempre.